18 de abril de 2023
“Muchas personas engañan (…) Su teléfono móvil te dirá lo que ellos no”, así se promociona Flexispy, un programa que permite conocer cada mensaje, llamada o localización de una persona, entre otras intimidades, a través de su ‘smartphone’. Similares a esta ‘app’, que se dirige a personas celosas, empresarios desconfiados o padres que quieren controlar a sus hijos, hay otras como, por ejemplo, mSpy, Mobile Spy o Mobistealth. A pesar de que interceptar las comunicaciones de otra persona sin su consentimiento es delito en España, estas herramientas están disponibles para su uso.
Por 199 dólares al trimestre (unos 174 euros), el programa informático que ofrece Flexispy, una vez instalado en el móvil ajeno, informa al cliente de casi cada movimiento que realiza el propietario. Así, ofrece la posibilidad de leer los mensajes de Facebook o Whatsapp, correos electrónicos o SMS; grabar las llamadas; activar el micrófono o la cámara de forma remota para escuchar y ver lo que ocurre alrededor del teléfono o reinstalarlo en un número ilimitado de aparatos, según afirma la empresa.
“FlexiSPY se basa en la creencia de que lo más importante es tu privacidad, hacemos todo lo técnicamente posible para asegurar que tu pareja no descubra el software”, asegura esta compañía creada en 2005. Ahora bien, también se cubre las espaldas: “el usuario debe determinar y obedecer responsablemente todas las leyes de su país al utilizar FlexiSPY con ‘fines de espionaje’”.
En España, usar esta ‘app’ para espiar es ilegal: “todo lo que sea una actuación que implique que de forma desconocida (subrepticia) se interceptan comunicaciones y no haya consentimiento por la persona que es titular de dichas comunicaciones es un delito, tipificado en el artículo 197 del código penal”, afirma el profesor de derecho penal de la Universidad Pompeu Fabra (UPF), David Felip. El delincuente “será castigado con las penas de prisión de uno a cuatro años y multa de doce a veinticuatro meses”, reza el texto. El año pasado la Guardia Civil detuvo a un hombre que había instalado una app en el móvil de su pareja para controlarla.
La práctica es más común de lo que se pueda imaginar. Un estudio de la organización benéfica para la violencia doméstica, Women Aid’s, revela que el 41% de las víctimas encuestadas afirmó que sus parejas o exparejas habían rastreado sus movimientos en la red.
Un segundo informe de la organización que ayuda a víctimas del abuso en internet, Digital Trust, encontró que más del 50% de las parejas acosadoras usaron programas informáticos de espionaje u otros medios para vigilar de forma online a sus víctimas, según informa The Independent.
¿Responsabilidad de la empresa o del usuario?
Por ahora, el usuario que emplea la herramienta para cometer el delito es el único responsable ante la ley. Aunque la reforma del código penal incluirá pronto a la empresa que proporciona dicha tecnología. El texto castiga a quien “produzca, importe o, de cualquier modo, facilite a terceros, un programa informático, concebido o adaptado principalmente”, para cometer el hecho delictivo.
Sin embargo, según el profesor de la UPF las empresas podrían esquivar la responsabilidad gracias a la difícil interpretación de las palabras “concebido o adaptado principalmente”. En esta ambivalencia pueden acogerse muchas de ellas, ya que además de espiar a parejas, también ofrecen otros servicios legales como los de controlar a menores o a empleados.
En el ámbito laboral, la actuación sería aceptable si los teléfonos u ordenadores son propiedad de la empresa y están destinados exclusivamente a uso laboral; y, además, se advierte de la prohibición del uso particular y se avisa de que habrá un control, según aclara Felip.
La privacidad es saludable para las relaciones
La empresa londinense mSpy está más especializada en rastrear menores y empleados, aunque en verano lanzó la versión para parejas, mCouple. Esta ‘app’ aboga para que la instalación sea consentida por ambas partes –se dirige a “amantes que quieran estar más cerca que nunca”, según su eslogan–. La herramienta permite a la pareja acceder a los mensajes del móvil y rastrear los movimientos con un GPS.
“Aunque haya un acuerdo, igualmente es preocupante, porque la privacidad es un derecho; nadie quiere dejar todos los aspectos de su vida al descubierto”, afirma la psicóloga especialista en sexualidad y pareja, Marta Ibáñez. Recuerda la experta, además, que aunque esté acordado también es una forma de control, ya que se puede haber dado una situación de chantaje previo para conseguir el consentimiento del otro.
A Ibáñez le preocupa la existencia de estas aplicaciones porque, por un lado, “su uso nunca es positivo para una relación” y, por el otro, significa que hay una demanda. “Los celos y el ansia de control de la pareja son muy habituales, y cada vez en parejas más jóvenes”, asegura a partir de su experiencia como terapeuta conyugal. “Los celos son un cáncer para las relaciones”, advierte.
En Estados Unidos la Comisión Federal de Comercio (FTC, en sus siglas en inglés) multó el verano pasado a StealthGenie, un software de espionaje similar al de mSpy y Flexispy, con 500.000 dólares por violar la ley de escuchas telefónicas. En la misma época Google Play anunciaba la retirada de la aplicación brasileña Rastreador de Novio y, en 2010, también eliminó de su mercado una aplicación que permitía espiar móviles.
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