18 de abril de 2023
Cinco días en los que se recomienda volver al papel y al lápiz: los hackers hacen de Las Vegas su campo de juego para demostrar habilidades durante Blackhat, la conferencia anual de ciberseguridad en la que todo vale. Un juego de buenos y malos en el que se recomienda apagar la conexión wifi del móvil, no encender el portátil e incluso no usar los cajeros próximos al encuentro. En varias ocasiones se han creado máquinas imitando uno real para copiar los números de tarjetas.
En este ambiente de desconfianza mutua y precaución, más de 10.000 asistentes muestran los últimos softwares de protección de redes, relatan sus hazañas en el escenario jaleados por el público y se ofrecen ganzúas a la antigua usanza, por si hiciese falta quitarse esposas en un momento dado.
El encuentro tiene doble cara. Tras ese gusto por romper lo establecido se encuentra una doble intención, demostrar que las cosas no funcionan y ofrecerse al mejor postor. Ya sean los servicios de una empresa o de un incipiente joven, sí, en masculino, apenas hay mujeres, que quiere pasarse al lado del bien. Tanto el FBI como las grandes empresas de tecnología y fuerzas de seguridad de todo el mundo refuerzan sus plantillas en esta cita. “Para los responsables de seguridad esta cita presenta un nuevo horizonte lleno de amenazas”, explica el director del evento, Steve Wylie, “pero es el mundo en que nos movemos y hay mucho más por venir”.
Jennifer Granick, directora del centro de libertades civiles de la Universidad de Stanford, fue la encargada de abrir la conferencia con una llamada a la acción: “Seguid así, cambiando todo, obligando a pensar y mejorar. Si os paráis ante las líneas, no mejoraremos”
“Internet puede terminar como la televisión, como un medio controlado y censurado”, alertó. En su opinión, el nuevo medio ha llegado al final de su era revolucionaria para convertirse en algo distinto, común a todos, pero más reglado y en manos de pocos poderes.
Si la pasada edición se centró en conectar máquinas que hasta entonces nunca antes se había entendido entre sí, de modo que se pudiera acceder online a ambos sistemas, en esta ocasión se ha ido un paso más allá. El Internet de las cosas, un concepto cada vez más amplio y arraigado en la vida diaria, está en el punto de mira. Desde un frigorífico que avisa al supermercado cuando está a punto de terminarse el suministro de leche y una planta agrícola cuyo sistema de riego se puede modificar en remoto.
Una encuesta realizada a los asistentes en el momento del registro arroja datos interesantes. El 57% considera que su preocupación prioritaria son los ataques con una finalidad clara. Sin embargo, solo un cuarto de los consultados reconocía que sus empresas estuviesen reforzando este aspecto. La ingeniería social, una combinación de habilidades para sacar información sin hacer uso de los conocimientos informáticos, sino de la debilidad del eslabón más débil de la cadena, el ser humano, es el segundo punto de interés de los profesionales de seguridad.
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